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Decepciones personales: la traición a mis expectativas

15/05/2019 · Gestión emocional y conductual

En Adamia Psicología entendemos la decepción como una emoción básica. Así que, al igual que todas las demás, cuánto antes la experimentemos antes desarrollaremos herramientas para hacerle frente. La decepción, por lo tanto, existe y cumple una función adaptativa (al igual que el resto de las emociones). Como psicólogas en Vigo sabemos que la decepción aparece cuando alguien de quien esperábamos algo, un comportamiento, una reacción, una confianza, un respeto…no nos lo aporta finalmente, traicionando así a nuestros principios y no cumpliendo nuestras expectativas. Todos nos decepcionamos alguna vez (o varias) a lo largo de nuestra vida, y no es algo que tenga que ver tanto con la otra persona sino más bien con nosotros mismos. Explicamos el porqué.

La decepción tiene un componente muy subjetivo, de ahí que en relación a  una misma persona alguien pueda experimentar decepción mientras que otra la considere una persona maravillosa. Os sonará…

La decepción la experimentamos cuando de alguien de quien esperábamos una fidelidad, no la obtenemos. Por eso las decepciones aparecen en relaciones personales íntimas (una relación de pareja o una buena amistad). Y, a nivel psicológico, pueden aparecer en cualquier tipo de terapia (Terapia de Pareja, Terapia para adolescentes, Trastornos de la Conducta Alimentaria, etc.).

Todo ello guarda relación con las expectativas que proyectemos en esa persona. Las expectativas son inevitables y están conectadas con nuestro “yo”. Pensamientos como “debería…”, “tendría que…”, “yo nunca lo haría así…”, “nunca le haría eso…”, “un buen amigo nunca haría…”, “una pareja que te quiere no lo hace…”, etc., son los que llevan a la decepción. Pero es en estas expectativas donde aparece también lo bonito de nosotros mismos, es decir, lo que nos hace felices, nuestros valores, y las normas infranqueables que definen nuestra relación con los demás. Pero desde la lógica no se cumple que estas normas o esquemas vayan a ser los mismos en todas las personas. De hecho, son siempre diferentes e individuales, y por ello ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Estos esquemas se forjan y se construyen a partir de nuestras enseñanzas, nuestros aprendizajes, nuestras experiencias. No todas las personas contemplamos el noviazgo, la amistad o las relaciones familiares de la misma manera, y por ello no siempre las otras personas están al tanto de las expectativas que tenemos depositadas en ellos/as.

Una persona que se decepciona fácilmente con los demás, deberá hacer un ejercicio introspectivo valorando cuáles son esos esquemas internos depositados en los demás que frecuentemente no se están cumpliendo, ya que las decepciones generan mucho dolor emocional. Quizás tenga expectativas muy elevadas en todas sus relaciones o quizás espere que todo lo que da le venga de vuelta siempre. Y esto no son más que pensamientos distorsionados que, como comentábamos más arriba, desde la lógica no se cumplen.

¿Cómo podemos manejar las decepciones? Aprendiendo de ellas. Aquí os resumimos cuatro opciones:

- Si soy muy proclive a las decepciones, implicará que soy una persona muy emocional y que tendré que nadar dentro de mí y valorar mis normas internas pero sin proyectarlas en los demás, ya que cada uno es como es y no existen dos personas iguales en el mundo. Pero decidiendo en todo momento ser fiel a mí mismo. Esto nos ayudará a aceptarnos a nosotros mismos y a los demás.

- Haciendo comparaciones en positivo hacia aquellas personas que nunca nos han decepcionado de ese modo (ya sean otras amistades, nuevas parejas…). Este es un lado muy positivo de las decepciones que nos ayuda a madurar.

- Apartando de nuestra vida a aquellas personas o patrones de personas que sabemos que intencionadamente han querido hacernos daño. No tropezar en la misma piedra una y otra vez y aprender de las situaciones.

- Aceptando que las decepciones existen y forman parte de la vida. Como el resto de las emociones.

Y así, poco a poco, le iremos otorgando a cada persona el lugar en nuestra vida que le corresponda, siempre el más sano para nosotros. ¿Lo intentamos?

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